¿Te has preguntado cómo puede una comunidad de docentes convertirse en un verdadero motor de transformación educativa? El Taller Intensivo para Docentes Julio 2025 nos invita justamente a eso: a dejar de trabajar en solitario para empezar a construir, desde el diálogo y la reflexión, comunidades de aprendizaje vivas, auténticas y profundamente humanas.
Este artículo reúne una guía práctica basada en la experiencia de docentes que han vivido este proceso con honestidad y compromiso. Aquí encontrarás ejemplos reales, reflexiones profundas, estrategias didácticas y propuestas alineadas a los campos formativos de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), pero, sobre todo, descubrirás cómo la narrativa, el trabajo entre pares y la escucha activa pueden darle un nuevo sentido a tu forma de enseñar y aprender.
Además, abordamos cómo estas experiencias no solo transforman el aula, sino también la mirada que los propios docentes tienen sobre su práctica. Porque reconocer que también somos aprendices es el primer paso para generar vínculos pedagógicos significativos.
Si estás buscando actividades, ideas de reflexión, estrategias para fortalecer el trabajo colaborativo y enfoques que conecten con la realidad de tus estudiantes, esta guía es para ti.
Análisis y Reflexión: Construcción de narrativas pedagógicas y el diálogo para el diseño de estrategias que fortalezca la práctica docente.
El docente no solo transmite conocimiento; también cuenta historias que inspiran, conectan y motivan. En la Nueva Escuela Mexicana, la narrativa es una herramienta poderosa para vincular el aprendizaje con la vida cotidiana, el contexto comunitario y la construcción del pensamiento crítico. A continuación, algunas formas de integrar la narrativa en los campos formativos:
Saberes y Pensamiento Científico
En lugar de limitarse a fórmulas o conceptos confusos, el docente puede narrar cómo una comunidad local resolvió un problema de salud con prácticas tradicionales o cómo surgió una innovación científica que cambió vidas. Dramatizar la historia de una científica mexicana o contar la evolución de una planta medicinal puede despertar el interés por la ciencia desde una mirada situada y culturalmente relevante.
De lo Humano y lo Comunitario
Este campo es perfecto para narrar experiencias que conecten con la historia viva de los pueblos, las memorias familiares o las luchas sociales. En vez de pedir a los estudiantes que memoricen hechos históricos, el docente puede guiarlos a reconstruir narrativas desde el punto de vista de quienes vivieron esos procesos: una abuela durante una migración, un líder indígena en la defensa del territorio o una niña que participa en una asamblea comunitaria.
Lenguajes
Aquí la narrativa se vuelve protagonista. El docente puede invitar a las y los estudiantes a escribir relatos que partan de sus vivencias, leyendas locales o conflictos sociales que observan en su entorno. Contar historias se convierte en una forma de expresarse, de crear comunidad y de recuperar la oralidad como herramienta pedagógica.
Ética, Naturaleza y Sociedades
La narrativa en este campo permite explorar las relaciones entre las personas, la naturaleza y las decisiones colectivas. El docente puede plantear problemas éticos a través de historias: por ejemplo, el conflicto de una comunidad frente a la instalación de una empresa contaminante, o la experiencia de un niño que decide organizar una campaña de reciclaje en su colonia.
Las historias ayudan a que los estudiantes reflexionen sobre la justicia, la corresponsabilidad social y el cuidado del entorno, desde un enfoque situado y crítico.
Narrar no es una actividad exclusiva del campo de Lenguajes. En la Nueva Escuela Mexicana, narrar es una herramienta transversal que ayuda a los docentes a provocar el pensamiento divergente, generar vínculos y situar el aprendizaje en la vida real. Es también una forma de reconocer la voz del estudiante como protagonista de su propio proceso.
Ejemplo de Análisis y Reflexión Docente para Fortalecer Comunidades de Aprendizaje
Desde mi experiencia, puedo decir que narrar no solo cambió la forma en que enseño… cambió la manera en que me relaciono con mis estudiantes y colegas. Al principio, pensé que usar historias era solo para hacer más “amena” la clase. Pero pronto descubrí que las historias abren puertas que a veces los conceptos solos no pueden.
Durante una sesión formativa con mis compañeros, nos propusimos experimentar la narrativa en los diferentes campos formativos. Yo decidí hacerlo con un grupo de sexto grado, en el campo de De lo Humano y lo Comunitario. Propuse que reconstruyéramos en colectivo la historia de nuestra comunidad a partir de los relatos de las familias.
Grabaron entrevistas, escribieron fragmentos desde el punto de vista de los abuelos, algunos hasta recrearon escenas en papel kraft como si fueran murales vivos. Lo que pasó fue increíble: no solo aprendieron historia local, también conectaron con su identidad, se sintieron parte de algo más grande, y yo también.
En esa experiencia formativa identificamos algo clave:
Cuando el aprendizaje tiene sentido, se vuelve compartido. Y cuando es compartido, se transforma en comunidad. Por eso, en la reflexión colectiva identificamos tres grandes líneas de acción que nos están ayudando a transformar nuestras prácticas:
🔍 1. Acciones que fortalecen el aprendizaje situado:
- Empezar desde lo que los estudiantes ya saben y viven.
- Involucrar sus voces, sus historias y las de su entorno.
- Plantear proyectos que tengan conexión con su comunidad.
🎯 2. Estrategias que activan la participación y el pensamiento crítico:
- Usar la narrativa no solo para explicar, sino para provocar preguntas.
- Invitar a contar, reescribir, dramatizar o cuestionar versiones únicas.
- Promover trabajos colaborativos donde el diálogo sea el centro.
🧰 3. Recursos accesibles y significativos:
- Grabadoras de voz del celular para entrevistas, diarios de papel, dibujos, mapas vecinales.
- Textos locales, canciones populares, objetos familiares con valor histórico.
- Espacios de socialización de lo aprendido: exposiciones, círculos de lectura, teatros escolares.
Reconceptualizar la enseñanza no es cambiarlo todo de un día a otro, sino mirar distinto lo que ya hacemos, y abrirnos al intercambio con otros. A mí me sirvió mucho escuchar cómo otros colegas estaban resignificando sus prácticas. Así empezamos a vernos no solo como personas que enseñan contenidos, sino como una comunidad de aprendizaje que también está en constante búsqueda.
Y si algo me quedó claro de esta experiencia, es que narrar, escuchar, compartir y reconstruir lo que hacemos es una forma de formar, pero también de transformarnos.
Me reconozco como aprendiz
Narrativa pedagógica desde la experiencia cotidiana del docente
Hoy me miro desde otro lugar. Y no es desde el escritorio, ni frente al pizarrón. Me miro desde ese rincón donde también aprendo, donde me equivoco, donde dudo y vuelvo a intentar. Me reconozco como aprendiz.
Hace unos meses, en una sesión de formación con mis compañeros, alguien dijo una frase que se me quedó grabada: “No enseñamos lo que sabemos, enseñamos desde quienes somos.” Me quedé en silencio. Y lo primero que me vino a la mente no fue un contenido ni una planeación, sino una escena: estaba con mis estudiantes de sexto, escuchando las historias de sus abuelas sobre cómo se formó nuestro barrio. Mientras ellos anotaban, preguntaban, se reían o se sorprendían, yo también me descubrí aprendiendo.
En ese momento entendí que enseñar no es soltar conocimiento, sino provocar encuentro. Y esos encuentros, cuando son verdaderos, mueven cosas por dentro.
Esa experiencia, sencilla y poderosa, me llevó a pensar en cómo aprendí yo mismo a valorar mi historia. Recordé cuando mi abuela me contaba cómo llegó de su pueblo cargando un costal de maíz y sueños. Y cómo mi madre, sin haber terminado la primaria, me enseñó a leer con paciencia infinita en las tardes después del trabajo. Eso también es escuela. Eso también me formó como docente.
En el aula, muchas veces me esfuerzo por cumplir metas, entregar evidencias, aplicar estrategias. Pero esta vez, algo fue distinto. Escuchar las voces de mis estudiantes narrando su comunidad, construyendo sentido desde lo que viven y conocen, me hizo replantear algo esencial: ¿Qué sentido tiene enseñar si no aprendemos también a vernos reflejados en lo que provocamos?
Ahí, en ese proyecto de historia local, no solo ellos aprendieron a investigar, a escribir, a preguntar… Yo aprendí a escuchar. A confiar en que la escuela no tiene que ser una burbuja. Que lo familiar, lo comunitario, lo emocional, no estorban: nutren. Humanizan.
También fue un momento incómodo. Porque tuve que soltar el control, aceptar que no sabía todas las respuestas. Me dio miedo que no funcionara, que no saliera “bien”. Pero funcionó. Y salió mejor de lo que imaginé. Porque fue real. Y cuando algo es real, conecta.
Lo compartí después con mis colegas. Y ahí descubrí que no era el único que se estaba preguntando cosas. En ese diálogo, me sentí acompañado. Ya no solo como maestro, sino como alguien que también está en búsqueda. Entre todos, empezamos a identificar que nuestras prácticas cambian cuando nos atrevemos a mirar con otros ojos, a narrar lo que hacemos, a reconocer lo que sentimos.
Y eso es lo que me interpela hoy como docente: saber que enseñar es un acto profundamente humano. Que lo que vivimos fuera del aula –nuestras raíces, nuestras emociones, nuestros miedos y esperanzas– también entran cada mañana a clase con nosotros.
Por eso, cuando digo que me reconozco como aprendiz, no lo digo con modestia, lo digo con convicción. Porque cada vez que enseño con el corazón, también me transformo. Y porque, al final del día, la mejor enseñanza que puedo dejar es la que parte de mi capacidad de seguir aprendiendo.
Los elementos principales y su importancia en la experiencia de aprendizaje
1. Contexto📍 Lugar, personas, situación…
Me encontraba en una sesión de formación con mis colegas. Luego, llevé una propuesta al aula con mi grupo de sexto grado. El enfoque era el campo formativo De lo Humano y lo Comunitario. Quisimos reconstruir la historia del barrio a partir de relatos familiares.
En el espacio formativo con colegas, compartí lo vivido y escuché las experiencias de otros maestros. Nos reconocimos también como aprendices.
2. Sentimientos / Emociones💬 Experimenté las emociones y sentimientos…
Me sentí conmovido al ver a mis estudiantes conectando con sus raíces. También sentí miedo de soltar el control. Pero, al final, lo que predominó fue una profunda alegría al ver que la experiencia fue significativa para todos, incluso para mí.
Me sentí acompañado. Me di cuenta de que no estoy solo en esto de repensar mi práctica. Sentí que mi historia también cuenta, que no solo formo, sino que también me estoy formando todo el tiempo.
3. Estrategias🧠 Las estrategias que se utilizaron fueron…
Partí de lo que mis estudiantes ya sabían: sus familias, sus historias, su comunidad. Fomenté el trabajo colaborativo, la investigación guiada, y, sobre todo, la narración como puente entre la escuela y la vida real.
Abrimos espacios de diálogo entre docentes, validamos nuestras emociones y experiencias como parte del proceso. Documentamos y reflexionamos juntos sobre lo vivido.
4. Actividades🎯 Las actividades que realicé fueron…
Guie entrevistas a familiares, propicié la escritura de relatos desde el punto de vista de sus abuelos, organizamos actividades para representar las escenas como murales vivos. También compartimos las reflexiones en grupo.
Relaté la experiencia con mis colegas, intercambiamos ideas, identificamos puntos en común y reconstruimos sentidos desde lo vivido, no solo desde la teoría.
Preguntas de reflexión
¿Por qué la experiencia que recuperé en mi narrativa fue significativa?
Porque no fue solo una actividad escolar más. Fue una vivencia que nos conectó con lo que somos, no solo con lo que “debemos enseñar”. Ver a mis estudiantes emocionarse al descubrir la historia de su comunidad, y escuchar cómo esa historia se parecía tanto a la mía, me hizo entender que el aprendizaje cobra sentido cuando parte de la vida misma. Fue significativo porque no se quedó en los libros ni en los contenidos, sino que tocó emociones, raíces y memorias compartidas. Y eso… eso no se olvida.
¿Qué hizo la otra persona para acompañarme en el aprendizaje?
Mis colegas hicieron algo muy valioso: me escucharon sin juicio, con atención real. No intentaron corregirme o decirme cómo debía hacerlo. Simplemente me ofrecieron un espacio para contar mi experiencia, y desde ahí surgieron preguntas, ideas, y hasta palabras que me ayudaron a ver más claro lo que yo mismo estaba viviendo. Esa escucha horizontal, empática, es lo que más agradezco. A veces no necesitamos una solución, solo alguien que nos escuche de verdad.
¿Qué hice para contribuir a esa experiencia?
Fui honesto. Me atreví a contar lo que funcionó, pero también lo que me dio miedo, lo que no sabía. Creo que eso ayudó a que otros compañeros también se animaran a compartir lo suyo. No quise dar una clase magistral sobre cómo hacer las cosas “bien”; más bien abrí la puerta de mi aula, de mis dudas y de mis logros. Eso generó un ambiente de confianza. Siento que aportar desde lo humano, desde lo real, es una forma poderosa de contribuir a una comunidad de aprendizaje.
¿Qué elementos del aprendizaje dialógico y diálogo entre pares podría identificar en mi experiencia?
Claramente el diálogo horizontal, donde no hay jerarquías entre el que “sabe” y el que “aprende”. En nuestra charla entre docentes, todos teníamos algo que aportar. También reconozco el aprendizaje situado, porque nuestras reflexiones nacían de lo que vivimos en nuestras aulas, no de teorías sueltas. Y, sobre todo, valoro el reconocimiento de la experiencia del otro como saber válido. Escuchar la historia de otra maestra sobre cómo trabajó la memoria oral en su comunidad me dio ideas y ánimo. Fue un diálogo que no solo compartía ideas, sino también afectos, resonancias y deseos de seguir aprendiendo juntos.
Conclusiones
Reconstruir esta experiencia me permitió ver que el aprendizaje más potente no siempre ocurre en silencio ni en solitario, sino en comunidad, cuando nos atrevemos a compartirnos tal como somos: con dudas, logros, emociones y búsquedas. Lo significativo no fue solo lo que hice en el aula, sino lo que ocurrió después, en el diálogo con mis colegas, donde se entrelazaron sentidos nuevos a partir de nuestras experiencias.
Como dice Ramón Flecha (2000), “el aprendizaje dialógico se construye entre iguales, en espacios donde todas las voces cuentan y todas las experiencias enseñan.” Esa fue mi vivencia: un proceso en el que enseñar también significó aprender, y aprender juntos fue, sin duda, el mayor logro.
✅ Elementos de un Aprendizaje Significativo y Profundo
- Vinculación con la vida real y el contexto del estudiante
- Se parte de su historia, entorno, cultura y experiencias cotidianas.
- Emoción como motor del aprendizaje
- Las actividades generan conexión emocional, curiosidad o sentido de pertenencia.
- Narrativa como herramienta pedagógica
- Contar, escuchar y reconstruir historias da sentido y profundidad al contenido.
- Escucha activa y diálogo entre pares
- El aprendizaje se construye al compartir ideas y experiencias con otros, sin jerarquías.
- Reflexión sobre la propia práctica docente
- El maestro se reconoce también como aprendiz, capaz de transformar su práctica.
- Construcción colectiva del conocimiento
- El aula y el equipo docente funcionan como comunidades de aprendizaje.
- Reconocimiento del error como parte del proceso
- Se permite experimentar, fallar y aprender sin miedo.
- Trabajo colaborativo y proyectos con sentido
- Las tareas invitan a crear juntos, con objetivos reales y relevantes.
- Resignificación de la evaluación
- La evidencia no solo es producto, sino también proceso, voz y experiencia.
- Acompañamiento horizontal
- Se valora el apoyo entre colegas como motor de crecimiento mutuo.
🎯 Actividades que promueven ese tipo de aprendizaje
- Entrevistas a miembros de la comunidad (familiares, vecinos, abuelos).
- Escritura de relatos personales o históricos con enfoque local.
- Creación de murales vivos o dramatizaciones de historias comunitarias.
- Rondas de retroalimentación entre pares en círculos de diálogo.
- Registro reflexivo del docente (bitácora, audio, fotografía).
- Proyectos colaborativos con impacto en la escuela o la comunidad.
- Cartografías afectivas o mapas históricos hechos por estudiantes.
- Compartir experiencias entre docentes como parte de la formación.
- Análisis colectivo de buenas prácticas en sesiones colegiadas.
- Exposiciones o presentaciones públicas de aprendizajes construidos.
Conecta este aprendizaje con la formación continua docente
👉 Si estás buscando cómo traducir estas reflexiones en acciones concretas para tu escuela, no te pierdas el siguiente artículo: "Guion para el aprendizaje CTE: Cómo Hacerlo Paso a Paso con Ejemplo y Formato" para seguir transformando la educación desde la reflexión colectiva. 👇
También podría interesarte:
- Guion para el aprendizaje CTE: Cómo Hacerlo Paso a Paso con Ejemplo
- La Narrativa como Eje Central de la Práctica Docente
- La reflexión sobre la práctica: Sexta Sesión Ordinaria del CTE
¿Este tema te ayudó a ver tu práctica docente desde otra perspectiva?
🔄 No te preocupes: Este es solo el comienzo... En el siguiente apartado abordaremos “La forma en la que aprendo y en la que enseño”, para seguir profundizando juntos en nuestra práctica docente. 👇
Ahora que conoces más sobre el taller intensivo para docentes julio 2025; te invito a adaptar estos conceptos a tu práctica docente.
¡Un abrazo! 🚀
0 Comentarios