▷ Gestión escolar en la NEM: autonomía en papel, burocracia en la práctica 🥇

Directora y docentes de una escuela mexicana revisando carpetas y formatos administrativos, mostrando la burocracia que limita la autonomía en la gestión escolar.

La autonomía profesional que todos aplaudimos… hasta que la burocracia entra en escena

Serie: Nueva Escuela Mexicana – Áreas de oportunidad


Si uno lee los documentos oficiales de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) —los marcos curriculares, los acuerdos, los comunicados, los lineamientos— podría pensar que vivimos en una especie de paraíso pedagógico.

Según la NEM, ahora las escuelas tienen autonomía profesional, libertad para organizar su tiempo, colaborar entre pares, reflexionar sobre la evaluación para el aprendizaje y construir proyectos comunitarios con sentido.

En papel, todo suena muy bien.

Pero quienes hemos pasado suficiente tiempo en escuelas públicas sabemos algo que no aparece en los folletos institucionales:

La autonomía profesional existe… siempre y cuando no estorbe al siguiente trámite.

Y ahí está el mayor desafío de esta entrega: entender por qué la gestión escolar, que debería ser el impulsor del cambio educativo, terminó convertida en un laberinto de reportes, minutas, correos, evidencias y solicitudes de última hora.

Esta tercera entrega de la serie analiza, con lupa crítica, cómo la burocracia —esa vieja conocida— sigue siendo la barrera más fuerte para implementar la NEM en serio.


Gestión escolar en la NEM: ¿libertad profesional o libertad condicional?

En teoría, la NEM recupera la idea de que la escuela es una comunidad de aprendizaje donde el profesor construye acuerdos, planea con flexibilidad y adapta actividades a su contexto escolar. Pero esta visión choca de frente con una realidad incómoda:

La autonomía profesional está acotada por un sistema que no ha aprendido a confiar en sus docentes.

Esa falta de confianza se manifiesta en prácticas como:

  • Solicitudes constantes de reportes “para evidenciar avances”.
  • Indicadores que se recalculan cada trimestre y cambian con cada supervisor.
  • Formatos nuevos cada ciclo escolar para recopilar lo que ya se había recopilado.
  • Reuniones que no son de reflexión pedagógica, sino de revisión administrativa.
  • Órdenes que bajan por WhatsApp a deshoras y con plazos imposibles.

Todo esto contradice el principio rector de la Nueva Escuela Mexicana: poner al centro el aprendizaje y el bienestar de las y los estudiantes.

Porque, seamos honestos:

Si el tiempo del docente se va en capturar datos, llenar formatos, escanear evidencias y redactar minutas, ¿en qué momento construye aprendizaje profundo?

La gestión escolar debería ser un andamiaje para facilitar el trabajo pedagógico, no un laberinto.


La transformación de la gestión escolar en un proceso de control y reporte

Uno de los puntos más críticos en la implementación de la NEM es que la gestión escolar ha transitado —otra vez— hacia una lógica de supervisión centrada en el control, no en el acompañamiento.

Esto sucede por tres razones:

La cultura del “evidéncialo”

No basta con hacer el trabajo: hay que demostrarlo, documentarlo, convertirlo en PDF, adjuntarlo en un formulario y mandarlo antes de las 4:00 p.m.

Si no está evidenciado, “no se hizo”.

Este paradigma no solo es desgastante; es profundamente inútil, porque:

  • No mejora el aprendizaje.
  • No permite acompañamiento real.
  • No genera retroalimentación pedagógica.
  • Desvía energías hacia procesos irrelevantes.

Supervisores y ATPs atrapados en una doble lógica

Las figuras de supervisión, ATP y jefaturas de sector han sido colocadas en una tensión permanente:

  • Por un lado, deben promover la evaluación formativa, la reflexión en colectivo y los proyectos comunitarios.
  • Por otro, deben entregar metas, avances, porcentajes y reportes al nivel estatal o federal.

¿El resultado?
Se convierten, sin querer, en agentes de control administrativo, aunque su verdadera vocación es otra.

Muchos supervisores están conscientes de esto y lo sufren igual que las escuelas.

Un sistema que no distingue entre gestión y trabajo pedagógico

La gestión escolar debería estar al servicio de lo pedagógico.
Pero en la práctica, lo administrativo se comió a lo educativo.

El orden de prioridad real suele quedar así:

  1. El reporte con fecha de entrega.
  2. El informe de seguimiento.
  3. La minuta del CTE.
  4. La evidencia solicitada por la supervisión.
  5. Y… al final… la planeación didáctica.

Si la gestión escolar no cambia, la NEM se quedará como un discurso inspirador incapaz de aterrizar en la vida cotidiana del aula.


La desconexión entre supervisiones, ATPs y escuelas

Este es uno de los temas más sensibles y que más docentes mencionan en los pasillos y grupos de trabajo.

Lo que las escuelas necesitan, no siempre es lo que las supervisiones piden.
Lo que las supervisiones necesitan, no siempre es lo que los niveles centrales requieren.
Lo que los niveles centrales exigen, casi nunca toma en cuenta lo que pasa en el aula.

Estamos ante una cadena desconectada, donde cada nivel responde a lógicas distintas.

Supervisiones saturadas

La supervisión escolar debería ser un espacio de acompañamiento cercano, pero en muchos casos está saturada de tareas como:

  • Consolidar diagnósticos.
  • Integrar estadísticas.
  • Recopilar evidencias de avances.
  • Asistir a reuniones permanentes.
  • Canalizar información hacia arriba.
Con este volumen de trabajo, es casi imposible que supervisores y ATPs tengan tiempo real para visitar aulas, acompañar proyectos o analizar prácticas docentes.
No es falta de voluntad: es exceso de carga.

ATP convertidos en mensajeros institucionales

Los Asesores Técnicos Pedagógicos deberían ser el recurso más valioso para implementar la NEM: figuras con experiencia, capaces de dialogar sobre evaluación para el aprendizaje, diversidad, proyectos comunitarios, estrategias de lectura y más.

Pero la práctica los ha empujado a un rol operativo que incluye:

  • Llevar documentos.
  • Recabar firmas.
  • Recordar fechas.
  • Solicitar informes.
  • Pasar información de una escuela a otra.

Y entonces se pierde el propósito central: acompañar lo pedagógico, no gestionar papelería.

Escuelas que sienten que nadie escucha lo que realmente necesitan

Cuando las decisiones se toman lejos del aula, las escuelas terminan adaptándose como pueden:

  • Proyectos comunitarios que se hacen solo porque “hay que entregarlos”.
  • Evaluaciones que se aplican sin tiempo para analizarlas.
  • Indicadores que no reflejan realidades complejas.

La desconexión se convierte en una barrera sistémica.
Y sí: afecta directamente a los estudiantes.


La falta de tiempo para el trabajo pedagógico: la herida que no cicatriza

Pregúntale a cualquier docente cuál es su mayor necesidad real y te va a decir algo muy simple:

Tiempo.
Tiempo para planear.
Tiempo para colaborar.
Tiempo para reflexionar.

Pero el calendario escolar, las jornadas laborales y la gestión diaria están diseñados sin considerar el tiempo necesario para la reflexión y la planeación.

La NEM pide procesos sofisticados:

  • Evaluación formativa auténtica.
  • Proyectos integradores.
  • Reflexión colegiada.
  • Diseño de situaciones de aprendizaje.
  • Interculturalidad crítica.
  • Acompañamiento socioemocional.

Todo eso requiere horas y horas de trabajo colectivo… que la gestión escolar no contempla.

Así, la escuela termina viviendo un desfase permanente entre lo que se espera y lo que es posible.


Las reuniones que sustituyen a la reflexión pedagógica

En un mundo ideal, las reuniones en las escuelas servirían para conversar sobre:

  • Avances de aprendizaje.
  • Estrategias para atender a estudiantes rezagados.
  • Evaluación para el aprendizaje.
  • Coordinación entre grados.
  • Ajustes razonables.

Pero la gran mayoría de reuniones terminan centradas en:

  • Recados administrativos.
  • Nuevos formatos.
  • Cambios de última hora.
  • Indicaciones para eventos externos.
  • Recordatorios de fechas de entrega.

El problema no es reunirse; es reunirse sin propósito pedagógico.

Las escuelas mexicanas no necesitan más juntas: necesitan tiempo exclusivo para conversar sobre lo que importa.


Consejo Técnico Escolar: el gigante dormido

El Consejo Técnico Escolar (CTE) es una de las herramientas más potentes que tenemos en el sistema educativo.

Bien utilizado, puede ser:

  • Un espacio para el debate de ideas.
  • Un espacio de reflexión profunda.
  • Un punto de encuentro para analizar evidencia de aprendizaje.
  • Un motor para mejorar la práctica docente.
  • Un espacio para diseñar estrategias colectivas.

Pero en la práctica, en gran parte de las escuelas, el CTE se convierte en:

  • Una reunión para revisar documentos.
  • Una mesa para llenar cuadros y formatos.
  • Un espacio para dar por cumplidas indicaciones externas.
  • Un encuentro para la organización de festividades
  • Un foro de planes para recaudar fondos

Es decir: su potencial pedagógico está subutilizado.

Si la NEM realmente quiere transformar las escuelas, debe recuperar al CTE como un espacio:

  • Crítico
  • Analítico
  • Reflexivo
  • Estratégico
  • Pedagógico.

No como un evento más de trámite institucional y debate superficial.


La necesidad de un modelo de gestión basado en acompañamiento, no en inspección

Aquí está la clave para que la gestión escolar deje de ser una barrera y se convierta en un soporte:

Acompañar no es vigilar.
Supervisar no es inspeccionar.
Evaluar no es calificar.
Gestionar no es controlar.

El modelo ideal de gestión escolar incluye:

Acompañamiento cercano

Visitas a aulas para observar, dialogar, sugerir, apoyar y retroalimentar.

Formación continua vinculada a necesidades reales

No cursos generales, sino aprendizaje contextualizado.

Liderazgo distribuido

Equipos donde todas las voces cuentan, no solo la de la dirección.

Comunicación horizontal

Acompañamiento que fluye, no órdenes verticales.

Transparencia en decisiones

Por qué se elige un proyecto y no otro, por qué se prioriza un campo formativo, etc.

Simplificación administrativa

Menos formatos, más tiempo para enseñar.

Este enfoque no solo está alineado con la NEM: es imprescindible para que el sistema educativo avance.


Trámites escolares: la burocracia que le roba horas al aprendizaje

Aquí va la verdad que pocos quieren reconocer:

La burocracia escolar es uno de los factores que más obstaculizan la mejora educativa en México.

No es exageración.
Cuando un docente dedica más tiempo a entregar documentos que a planear clases, estamos ante un problema estructural.

Entre los trámites más demandantes encontramos:

  • Reportes de avances.
  • Diagnósticos de inicio.
  • Seguimientos trimestrales.
  • Evidencias de reuniones.
  • Informes de proyectos comunitarios.
  • Solicitudes de información para programas externos.

Cada uno se justifica por separado; el problema es el acumulado.

La solución está clara: simplificar y eliminar lo que no aporta al aprendizaje.

La NEM no logrará consolidarse si seguimos midiendo la calidad educativa por el número de archivos enviados.


¿Cómo debería verse una gestión escolar alineada a la Nueva Escuela Mexicana?

La gestión escolar ideal —la que soñamos y la que necesitamos— tendría estas características:

1. Tiempo exclusivo para el trabajo colaborativo

No para reuniones; para pensar, analizar y reflexionar.

2. Supervisión como acompañamiento

Una figura cercana, accesible, pedagógica.

3. Evaluación para el aprendizaje como eje

No como trámite, sino como cultura.

4. Proyectos comunitarios con sentido real

No documentos adornados, sino acciones transformadoras.

5. Interculturalidad crítica aplicada al contexto

Debemos analizar esto desde una perspectiva de justicia y legalidad, no simplemente como una tradición o costumbre pintoresca.

6. Materiales educativos contextualizados

Seleccionados, adaptados y usados con libertad profesional.

7. Líderes escolares preparados

Director, equipos técnicos y docentes con perfil profesional, no por afinidad.

8. Trámites reducidos al mínimo indispensable

Para que enseñar y aprender vuelva a ser el centro.


Conclusión:

La gestión escolar es el esqueleto del sistema educativo.
Y hoy ese esqueleto está rígido, burocratizado, lleno de tareas duplicadas y procesos innecesarios.

La NEM no fallará por falta de ideas —ideas tiene muchas— sino por falta de condiciones reales para llevarlas a cabo.

Porque mientras la autonomía exista solo en papel, y la burocracia siga gobernando la vida escolar, ningún modelo educativo podrá florecer.

Esta entrega es una invitación a replantear el sistema de gestión escolar desde su raíz.

A recobrar la confianza en las escuelas.
A liberar tiempo para lo que importa.
A colocar a docentes y estudiantes en el centro.
A recordar que la administración es un medio, no un fin.

Y que la escuela mexicana merece una gestión que esté a la altura de su compromiso social.


🗣️Conversemos:

👉 ¿La gestión escolar en tu escuela impulsa la autonomía profesional… o se la come la burocracia?

👇 Cuéntanos en los comentarios. Tu experiencia en el día a día revela más que cualquier informe: ayuda a entender dónde estamos y qué debe cambiar para que la NEM funcione de verdad.

Hasta aquí, una revisión franca de la gestión escolar en la Nueva Escuela Mexicana: todo lo que promete en el discurso… y todo lo que la burocracia todavía impide en la práctica.

Si esta serie avanza es porque tú y yo sabemos que ningún proyecto educativo puede prosperar si la escuela está atrapada entre trámites, reportes y tiempos que no alcanzan. La autonomía profesional no se decreta: se construye con decisiones valientes, acompañamiento real y menos papeles que sólo estorban.

Ahora sí, vamos a lo que sigue: la Entrega 4, donde entramos de lleno a uno de los conceptos más potentes —y más mal entendidos— de la NEM: la interculturalidad crítica.

Un terreno donde la escuela mexicana puede transformar vidas… si entendemos de verdad qué significa y cómo se aplica en el aula.

Acompáñanos.

¡Un abrazo! 🚀​

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