La escuela donde todos trabajan… pero nadie se encuentra
La escuela se veía “ordenada”.
Cada docente llegaba a su salón, cerraba la puerta y comenzaba su clase.
Lenguajes avanzaba con comprensión lectora.
Saberes y Pensamiento Científico resolvía ejercicios.
Ética, Naturaleza y Sociedades repetía contenidos.
De lo Humano y lo Comunitario hablaba de valores… sin comunidad.
Cada quien cumplía.
Cada quien planeaba.
Cada quien evaluaba.
Y, sin embargo, los estudiantes no lograban conectar nada.
No entendían para qué aprendían.
No veían relación entre lo que hacían en un campo formativo y otro.
No podían aplicar lo aprendido a su vida cotidiana.
La escuela funcionaba como una suma de esfuerzos individuales, no como una comunidad pedagógica.
Y ahí, justo ahí, se frena el éxito escolar.
Porque los proyectos comunitarios no fracasan por falta de intención, sino porque intentan nacer en una escuela históricamente fragmentada, individualista y acostumbrada a trabajar en islas.
La gran promesa de la NEM: aprender desde la vida y la comunidad
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) plantea algo profundamente transformador:
👉 Que el aprendizaje no gire alrededor de asignaturas aisladas,
👉 sino de campos formativos integrados,
👉 articulados mediante proyectos comunitarios.
La idea es clara:
- Aprender desde problemas reales
- Conectar escuela y territorio
- Integrar saberes
- Reconocer la historia, la cultura y el contexto
- Formar sujetos críticos, no repetidores de contenidos
En papel, es una propuesta potente, moderna y necesaria.
En la práctica… el camino es mucho más complejo.
¿Qué es la integración curricular según la Nueva Escuela Mexicana?
Desde el enfoque de la NEM, integrar el currículo no significa vincular contenidos al azar.
Significa:
- Articular los campos formativos:
- Lenguajes
- Saberes y Pensamiento Científico
- Ética, Naturaleza y Sociedades
- De lo Humano y lo Comunitario
- Trabajar a partir de problemas del contexto
- Diseñar procesos de aprendizaje situados y significativos
- Romper con la lógica de “mi materia, mi grupo, mi horario”
La integración curricular busca que el estudiante:
✔ Lea el mundo
✔ Lo analice
✔ Lo comprenda
✔ Y actúe sobre él
Eso es educación con sentido.
El potencial transformador de los proyectos comunitarios
Cuando un proyecto comunitario se diseña bien, ocurre algo trascendente:
- El aprendizaje deja de ser confuso
- El aula se abre al territorio
- El estudiante se vuelve protagonista
- El conocimiento cobra sentido
Un proyecto comunitario auténtico permite integrar:
- Lenguajes: lectura del contexto, entrevistas, narrativas, argumentación
- Saberes y Pensamiento Científico: observación, hipótesis, análisis de datos
- Ética, Naturaleza y Sociedades: reflexión social, justicia, historia, medio ambiente
- De lo Humano y lo Comunitario: identidad, emociones, trabajo colectivo
No es teoría.
Es aprendizaje vivo.
“Todos colaboramos… pero nadie soltó nada”
La escuela decidió lanzar su primer proyecto comunitario “integrador”.
El discurso fue impecable: trabajo colectivo, vínculo con el territorio, aprendizaje significativo, comunidad viva.
La reunión inició con entusiasmo.
Cada docente explicó cómo su campo formativo aportaría al proyecto. Lenguajes propuso productos escritos; Saberes y Pensamiento Científico, registros y experimentos; Ética, reflexiones; De lo Humano y lo Comunitario, dinámicas de convivencia.
Todo sonaba bien.
Demasiado bien.
Cuando llegó el momento de acordar tiempos, productos compartidos y criterios comunes, apareció el silencio incómodo.
Nadie se negó abiertamente.
Pero tampoco nadie cedió.
Cada quien protegió su espacio:
- Sus horarios
- Sus evidencias
- Su forma de evaluar
- Su control del grupo
La integración quedó en el papel.
El proyecto se convirtió en una suma de actividades paralelas con un mismo título, pero sin diálogo real entre ellas.
Al final, hubo exposición, fotos, cartulinas y reportes.
Se entregaron evidencias.
Se cumplió con el formato.
Aprendieron a cumplir, no a conectar.
No fue falta de voluntad.
Fue algo más profundo.
Durante años, el sistema enseñó a sobrevivir desde lo individual, a cuidar el territorio propio, a no depender de nadie más.
Y esa lógica no se desarma solo con una consigna.
La colaboración no falló por egoísmo personal.
Falló porque nadie les enseñó a soltar sin perder.
La dificultad no está solo en el diseño del proyecto, sino en la forma en que la comunidad escolar entiende la educación y la vida misma. Integrar un proyecto comunitario auténtico es complejo porque la escuela no es un bloque único: es un espacio integrado por historias, creencias, trayectorias profesionales y visiones del mundo profundamente distintas.
Cada docente concibe la enseñanza de manera diferente; algunos priorizan el control, otros el contenido, otros el vínculo, otros la eficiencia administrativa. Estas diferencias —legítimas, pero poco dialogadas— surgen con fuerza cuando se intenta trabajar de forma colectiva.
A esto se suman tensiones gremiales, cansancio acumulado, desconfianzas históricas y formas de trabajo aprendidas en soledad. Pretender que un proyecto comunitario funcione sin reconocer estas fracturas internas es ignorar la realidad escolar.
No se trata de señalar culpables, sino de aceptar que la comunidad educativa también necesita procesos de articulación, escucha y construcción colectiva para poder educar en comunidad.
El gran obstáculo: prácticas escolares individualistas y fragmentadas
Aquí aparece la contradicción central.
La NEM propone integración,
pero muchas escuelas siguen funcionando bajo una lógica antigua:
- Planeaciones individuales
- Trabajo aislado por “campo”
- Horarios rígidos
- Evaluaciones separadas
- Poca conversación pedagógica
Así, implementar proyectos comunitarios se vuelve cuesta arriba.
Porque no se puede integrar lo que nunca dialoga.
Cuando el proyecto comunitario choca con la cultura escolar
En la gran mayoría de las escuelas ocurre esto:
- Se pide un proyecto comunitario
- Cada docente aporta “su parte”
- Se juntan evidencias
- Se entrega un documento final
Pero:
❌ No hubo proceso compartido
❌ No hubo comunidad
❌ No hubo transformación
Eso no es integración curricular.
Eso es simple agrupación administrativo.
Escuela, territorio, historia y presente: el corazón del enfoque
Un proyecto comunitario real parte de preguntas como:
- ¿Qué pasa en nuestra comunidad?
- ¿Qué problema nos duele?
- ¿Qué historia nos concierne a todos?
- ¿Qué podemos mejorar juntos?
Ahí, los campos formativos encuentran su sentido natural.
Ejemplos de proyectos con impacto real:
- Cuidado del agua en la comunidad
- Recuperación de la memoria local
- Alimentación y salud comunitaria
- Violencia, convivencia y bienestar
- Medio ambiente y territorio
Aquí, la escuela deja de simular.
La brecha entre el diseño teórico y la ejecución real
Aunque la propuesta es sólida, la realidad escolar muestra brechas claras:
- Falta de tiempo para planear colectivamente
- Carga administrativa excesiva
- Escasez de materiales
- Grupos numerosos
- Poca formación en proyectos comunitarios
- Ausencia de acompañamiento pedagógico
El resultado:
👉 Proyectos apurados
👉 Integración superficial
👉 Cansancio docente
👉 Simulación institucional
No por falta de compromiso,
sino por condiciones estructurales adversas.
La simulación: el mayor riesgo de los proyectos comunitarios
Cuando no hay condiciones, aparece la simulación:
- Proyectos “atractivos” pero vacíos
- Evidencias fotográficas sin proceso
- Productos finales sin aprendizaje profundo
- Lenguaje pedagógico sin impacto real
La simulación desgasta:
- Al docente
- Al estudiante
- A la comunidad
- Al propio proyecto NEM
Y convierte una idea transformadora en trámite escolar.
La falta de tiempo: el enemigo silencioso
Un proyecto comunitario auténtico requiere:
- Diagnóstico
- Planeación conjunta
- Investigación
- Acción
- Evaluación formativa
Nada de eso ocurre:
- Entre reuniones
- Entre formatos
- Entre urgencias
Sin tiempo pedagógico protegido, la integración curricular se queda en el discurso.
Formación docente: la deuda pendiente
Muchos docentes nunca fueron formados para:
- Diseñar proyectos comunitarios
- Integrar campos formativos
- Evaluar procesos complejos
- Trabajar desde el territorio
Se les pide algo nuevo…
con herramientas viejas.
Sin formación situada,
el proyecto se vuelve improvisación.
Buenas prácticas: cuando sí funciona
Hay escuelas que lo logran.
¿Qué hacen diferente?
- Proyectos pequeños, pero profundos
- Planeación colectiva real
- Flexibilidad curricular
- Confianza entre docentes
- Vínculo auténtico con la comunidad
No buscan “cumplir”.
Buscan aprender con sentido.
Errores comunes que se repiten
Algunos tropiezos frecuentes:
- Proyectos demasiado ambiciosos
- Falta de claridad en el propósito
- Integración forzada
- Evaluación solo del producto
- Agotamiento docente
Identificarlos evita repetirlos.
Integrar no es mezclar: es dialogar
La integración curricular no es juntar contenidos.
Es:
✔ Propósito común
✔ Problema real
✔ Diálogo entre campos formativos
✔ Proceso continuo
✔ Evaluación formativa
Menos actividades.
Más sentido.
La tesis central de esta entrega
Los proyectos comunitarios son una de las mayores apuestas pedagógicas de la NEM.
Pero hoy enfrentan una realidad clara:
👉 Una idea brillante implementada en una escuela que aún arrastra prácticas fragmentadas, individualistas y burocráticas.
Si no se transforman:
- Las condiciones
- La formación
- El tiempo
- La cultura escolar
La integración curricular corre el riesgo de convertirse en otra simulación bien redactada.
¿Qué necesita México para que los proyectos comunitarios sean reales?
- Tiempo real para la planeación colectiva
- Formación docente situada y práctica
- Menos carga administrativa
- Acompañamiento pedagógico auténtico
- Proyectos contextualizados y realistas
- Evaluación centrada en procesos
- Confianza en el trabajo docente
Conclusión
La integración curricular y los proyectos comunitarios sí pueden transformar la escuela mexicana.
Pero solo si se construyen:
- Desde la realidad
- Desde la comunidad
- Desde el trabajo colectivo
- Desde condiciones reales
Porque un proyecto comunitario no se decreta.
Se vive, se construye y se acompaña.
Y ahí está, quizá, uno de los mayores desafíos —y oportunidades— de la Nueva Escuela Mexicana.
Si los proyectos comunitarios no logran transformar la escuela, no es porque la idea sea mala, sino porque seguimos intentando hacer comunidad con estructuras que premian lo individual.
Te invitamos a no quedarte solo con el discurso.
A revisar qué proyectos en tu escuela conectan realmente saberes, personas y territorio, y cuáles solo cumplen con el formato.
🗣️Conversemos:
👉 ¿Has vivido proyectos comunitarios que transformaron de verdad… o solo proyectos comunitarios bien documentados?
Porque nombrar lo que no funciona también es un acto pedagógico.
Hasta aquí, una mirada directa a los proyectos comunitarios en la Nueva Escuela Mexicana: una apuesta poderosa que promete sentido, vínculo y aprendizaje vivo, pero que tropieza una y otra vez con prácticas fragmentadas, tiempos imposibles y una cultura escolar que aún no sabe trabajar en colectivo.
Si esta serie existe es porque tú y yo sabemos que no hay proyecto comunitario que florezca en el vacío.
No se puede hablar de integración curricular, territorio y comunidad cuando la escuela apenas logra sostener lo básico.
Ahora sí, vamos a lo que sigue.
En la Entrega 8, pondremos el foco en un tema incómodo pero inevitable:
la infraestructura escolar.
Los espacios, los recursos y las condiciones materiales que, aunque pocas veces se discuten en el plano pedagógico, determinan —más de lo que queremos aceptar— qué tipo de educación es posible y cuál solo existe en el papel.
Porque no hay proyecto transformador sin un lugar digno donde hacerlo realidad.
Acompáñanos.
¡Un abrazo! 🚀

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