“Lo intento, pero no me alcanza el tiempo”
La maestra Elena conocía bien el caso de Kevin.
8 años, rezago significativo, conducta impulsiva, ausencias constantes y una carpeta llena de incidencias que decían siempre lo mismo: “falta de apoyo familiar”.
Aquel jueves, Kevin llegó otra vez sin tareas, sin cuadernos y con un portazo que retumbó en toda la primaria.
La dirección, como siempre, registró el incidente.
Pero Elena decidió no quedarse con la versión oficial.
Citó a la mamá.
Llegó apresurada, casi corriendo, con su uniforme de mostrador, un gafete desgastado, ojeras que contaban historias y un respiro entrecortado.
Trabajaba en una mediana empresa donde el horario era una camisa de fuerza:
Entrada 8:00, salida 9:30 p.m.
Sin opción a permisos.
Sin flexibilidad.
Sin segundos libres.
—Profe, yo quiero ayudar… pero no me alcanza el tiempo.
—A veces lo veo solo diez minutos. Mi mamá ya está grande y no puede con él… Yo sé que está mal, pero… no puedo más.
De golpe, las etiquetas administrativas se derrumbaron.
No era falta de compromiso.
No era desinterés.
No era negligencia.
Era realidad social.
La escuela veía “baja participación familiar”.
Pero lo que había era:
- Precariedad laboral
- Ausencia de redes de apoyo
- Cansancio estructural
- Niñez a cargo de abuelas enfermas
- Madres solas que sobreviven como pueden
Y ahí, la maestra Elena entendió algo que transformaría su forma de mirar el vínculo escuela-familia:
👉 No se puede exigir participación familiar donde no hay condiciones para construirla.
👉 No se puede juzgar sin comprender.
👉 La relación escuela-familia está rota no por falta de interés… sino por falta de puentes reales.
Esa historia no es la excepción.
Es el día a día de miles de comunidades escolares en México.
Y es el punto de partida para esta entrega.
Participación familiar en la Nueva Escuela Mexicana: un pilar del que todos hablan, pero pocos saben construir
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) habla de corresponsabilidad, comunidad, vínculo, diálogo y participación activa.
Pero si bajamos del discurso a la práctica cotidiana del aula, encontramos una verdad incómoda:
La participación familiar es un pilar que todos mencionan, pero al que casi nadie le dedica estructura, metodología o acompañamiento real.
Las familias quieren apoyar.
La escuela quiere que participen.
Pero los modelos vigentes no lo hacen posible.
Y por eso esta entrega explora —con honestidad, rigor y experiencia práctica— el área de oportunidad más invisible del sistema educativo mexicano:
la relación entre escuela, madres, padres y tutores.
Participación familiar: entre lo que la NEM dice y lo que la realidad permite
La NEM establece que las familias deben ser corresponsables del aprendizaje.
En teoría, suena perfecto.
En la práctica, sucede esto:
- Padres con dobles o triples jornadas.
- Madres solteras que trabajan más de 12 horas.
- Padres y madres que trabajan lejos de su hogar.
- Tutores que no saben leer o escribir.
- Abuelas que cuidan a cinco o seis nietos.
- Familias con horarios imposibles.
- Hogares atravesados por migración, violencia o desempleo.
La escuela, sin quererlo, opera bajo un modelo tradicional:
👉 “La familia debe acomodarse al horario escolar.”
👉 “La participación es venir a juntas.”
👉 “Quien no asiste, no se interesa.”
Pero eso es profundamente falso.
La participación familiar no se mide por presencia física, sino por vínculo, confianza y colaboración posible.
Y ese es el reto fundamental.
¿Por qué la participación familiar en México sigue siendo un desafío?
La respuesta no es una, sino varias capas superpuestas:
1. Horarios laborales imposibles
México es uno de los países con las jornadas más largas de la OCDE.
Los padres no pueden asistir a juntas a las 10:00 a.m. un miércoles.
No es desinterés.
Es supervivencia.
2. Experiencias negativas previas
Muchos adultos vivieron la escuela como control, burla o regaño.
Regresar a ese espacio reactiva heridas.
3. Comunicación vertical de la escuela
Se llama “reunión de participación”, pero en realidad es:
- El docente habla.
- Las familias escuchan.
- Se firman listas.
- Todos se van.
Eso no es diálogo.
Es un monólogo colectivo.
4. Falta de modelos reales para integrar a las familias
Ni supervisiones, ni directivos, ni lineamientos nacionales ofrecen una metodología clara para construir corresponsabilidad.
5. La diversidad de familias es mayor que la diversidad de estrategias
La escuela sigue diseñada para una familia “promedio” que ya casi no existe.
La NEM habla de corresponsabilidad… pero no explica cómo se construye
Aquí está el hueco más grande de toda la política educativa.
La NEM enuncia principios:
- Participación social
- Comunidad escolar
- Trabajo corresponsable
Pero no ofrece:
- Protocolos
- Guías
- Metodologías
- Calendarios
- Formatos
- Estrategias de vínculo
- Herramientas para docentes
Es como pedirle a una escuela que nade, pero sin agua.
La participación familiar no existe por decreto.
Se construye.
Paso a paso.
Con técnica, sensibilidad y comunidad.
El paradigma que sigue dominando: la escuela obliga, la familia obedece
Durante décadas, la participación familiar fue entendida así:
- Juntas informativas
- Firmas de cuadernos
- Avisos de comportamiento
- Entrega de boletines
- Comités que solo existen en papel
Nada de eso genera vínculo.
Nada de eso es corresponsabilidad.
Nada de eso transforma el aula.
👉 Participación no es presencia.
Participación es conexión.
¿Qué tipo de participación familiar sí transforma el aprendizaje?
Aquí viene la parte práctica, la que se vive en escuelas que han logrado resultados reales:
✔ Espacios de diálogo auténtico, no solo reuniones
Conversaciones cortas, claras y horizontales.
✔ Estrategias flexibles: presenciales, virtuales, audios, mensajes, videos
No todos pueden asistir, pero sí pueden comunicarse.
✔ Proyectos familiares breves
Actividades sencillas que conectan escuela y hogar.
✔ Grupos pequeños de conversación
Sirven para construir confianza y escuchar necesidades reales.
✔ Comunicación que no sea solo para reportar problemas
Las familias también necesitan escuchar aciertos.
✔ Docentes que preguntan antes de juzgar
La clave de cualquier relación humana.
“La junta que vació el salón”
La distancia escuela-familia no solo se vive en el aula, también arriba, en la estructura.
Te cuento una escena común.
Un supervisor convocó a todas las familias a una reunión “de corresponsabilidad”.
Las sillas acomodadas.
El cañón listo.
La presentación de 60 diapositivas.
Llega el supervisor.
Empieza a hablar de:
- Rúbricas
- Fichas de seguimiento
- Evidencias
- Reportes trimestrales
- Formatos oficiales
Un padre levanta la mano:
—Disculpe, ¿esto en qué ayuda a mi hijo que no quiere venir a la escuela?
El supervisor titubea.
No sabe responder.
Él nunca ha usado una rúbrica en el aula.
Nunca ha trabajado con 35 estudiantes al mismo tiempo.
Nunca ha enfrentado rezago, violencia o hambre antes del recreo.
Se van.
No porque no quieran participar.
Sino porque esa reunión no tenía nada que ver con ellos.
La escuela pierde a las familias cuando no habla su idioma.
Cuando la corresponsabilidad no coincide con la realidad laboral del país
La Nueva Escuela Mexicana habla de abrir la escuela a la comunidad, de sumar a madres, padres y tutores a talleres, proyectos, actividades culturales, comités, espacios de diálogo y hasta jornadas de apoyo logístico. La intención es buena; sin embargo, no coincide con la realidad laboral y social de la mayoría de las familias mexicanas.
Pedir participación en horario escolar —cuando la inmensa mayoría está trabajando, viajando dos o tres horas en transporte, o cumpliendo dobles turnos— genera una presión que después se interpreta como falta de interés. Y no, no es desinterés: es inestabilidad, es economía, es supervivencia.
Esto no quiere decir que la propuesta sea mala, sino que el país no está estructurado para sostenerla. Tal vez en países del llamado “primer mundo”, donde los horarios laborales son flexibles, los ingresos permiten estabilidad básica y el apoyo institucional a la infancia es mayor, esta idea funcione de manera natural.
Pero en México, donde gran parte de la estructura económica y política sigue siendo desorganizada, desigual y profundamente vertical, asumir que madres y padres podrán participar activamente a cualquier hora es poco realista y termina culpabilizando a quienes ya hacen lo imposible por sostener a su familia.
Por eso, más que pedir una participación idealizada, lo verdaderamente urgente es garantizar el derecho a una educación completa, profunda y de calidad dentro de la escuela misma. Que el aula —y todo su contexto institucional— sea un espacio de excelencia: infraestructura digna, docentes bien formados, tiempo para planear, procesos pedagógicos sólidos, tecnología actualizada y estrategias inclusivas reales.
Porque si la escuela funciona a plenitud, entonces contribuye al máximo desarrollo de cada estudiante sin depender de condiciones familiares que el propio país aún no garantiza. Ese debe ser el piso mínimo para hablar de corresponsabilidad.
Si el proyecto de nación realmente avanza y la Nueva Escuela Mexicana logra aterrizar todas estas ideas para mejorar la vida de las familias mexicanas —mejores condiciones laborales, menos desigualdad, más servicios y una estructura social menos vertical— entonces sí podremos hablar de una participación familiar más libre, más auténtica y menos forzada.
Quizá en ese futuro, madres y padres podrán asistir a actividades escolares sin culpa, sin presiones y sin tener que elegir entre cumplir con su empleo o acompañar el aprendizaje de sus hijos. Pero para llegar ahí, primero necesitamos que la escuela funcione, que el país funcione y que la corresponsabilidad deje de ser un ideal y se convierta en una posibilidad real.
La participación familiar no puede depender solo del docente
El docente:
- Planea
- Atiende
- Redacta reportes
- Hace evidencias
- Asiste a reuniones
- Gestiona conflictos
- Acompaña emocionalmente
- Diseña proyectos
- Cubre guardias
Y además… debería construir participación familiar.
El sistema exige sin ofrecer herramientas.
Por eso urge un modelo institucional, no individual.
¿Y qué pasa con las familias diversas? (La escuela no siempre lo entiende)
Hoy existen:
- Familias monoparentales
- Familias extendidas
- Madres migrantes
- Padres privados de libertad
- Abuelos como tutores
- Uniones reconstituidas
- Familias del mismo sexo
- Hermanos mayores como cuidadores
La escuela sigue operando como si todas fueran la familia nuclear tradicional.
👉 Eso invisibiliza realidades y genera relaciones tensas.
Estrategias prácticas (y realistas) para mejorar la participación familiar
Estas son prácticas que funcionan en escuelas reales, no en documentos oficiales:
1. Micro-reuniones de 5 minutos
Más efectivas que una junta de 2 horas.
2. Comunicación semanal de 1 solo mensaje
No cadenas infinitas.
Claridad = confianza.
3. Proyectos familiares breves
No tareas gigantes.
Actividades vivenciales sencillas.
4. Reconocer las fortalezas de cada familia
Todas pueden aportar algo.
5. Espacios de escucha activa
La participación no empieza con “avisos”, sino con preguntas.
6. Variantes para familias que no pueden asistir
Audios, Grupos de Facebook y WhatsApp, cuadernillo viajero, nota breve.
7. Construcción de acuerdos comunitarios
Normas no impuestas, sino co-creadas.
Cuando la comunidad entra a la escuela… la escuela cambia
Una escuela con participación familiar real es distinta:
- Mejora la asistencia.
- Disminuye la deserción.
- Se reducen conflictos.
- Aumenta la motivación.
- Mejora la convivencia.
- Crece la confianza.
Porque el aprendizaje no ocurre solo en el aula.
Ocurre en el territorio emocional del niño, que incluye su hogar.
¿Qué necesita México para construir participación familiar auténtica?
México necesita una política educativa que incluya:
✔ Estrategias flexibles
✔ Formación docente en vínculo comunitario
✔ Acompañamiento, no solo reporte
✔ Horarios alternativos
✔ Comunicación multicanal
✔ Materiales claros y simples
✔ Espacios de confianza
✔ Reconocimiento a contextos diversos
La comunidad no es un elemento secundario de la escuela, sino una parte esencial del contexto escolar.
🗣️Conversemos:
👉 ¿La participación familiar en tu escuela funciona… o solo existe en los documentos oficiales?
Tu experiencia es clave para entender qué sí funciona y qué necesitamos transformar.
Hasta aquí, una mirada franca a la participación familiar: ese pilar indispensable que la NEM menciona, pero que la práctica escolar sigue tratando como un trámite.
Si esta serie existe es porque tú y yo sabemos que ninguna transformación educativa será real si la escuela camina sola.
Ahora sí, vamos a lo que sigue.
En la Entrega 7, miraremos de frente a otro componente decisivo del sistema:
los proyectos comunitarios, esa promesa de vincular el aula con la vida, que tantas veces se queda solo en intención.
Acompáñanos.
¡Un abrazo! 🚀


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