El espejismo de la colaboración en la escuela
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) nació con la propuesta de transformar la manera en que concebimos la educación: menos fragmentación por materias, más enfoque en campos formativos, proyectos integrados, pensamiento crítico, empatía y, por supuesto, colaboración docente.
Sobre el papel, la idea suena maravillosa: profesores de distintas asignaturas trabajando en conjunto, diseñando experiencias de aprendizaje integrales y conectadas con la realidad de los estudiantes. Sin embargo, la práctica diaria en las escuelas mexicanas nos plantea una pregunta inevitable: ¿estamos hablando de un avance real o de una carga imposible que recae en los docentes sin los apoyos suficientes?
Este desafío no es nuevo. Durante años, los discursos educativos han intentado empujar la idea de trabajo colegiado, pero pocas veces se atienden las condiciones reales de tiempo, recursos y formación para que esa colaboración sea algo más que una buena intención.
¿Qué significa realmente “colaboración docente” en la NEM?
Del discurso oficial al aula real
En el marco de la NEM, el trabajo colaborativo entre docentes se plantea como el motivador para:
- Diseñar planeaciones conjuntas en torno a los campos formativos.
- Compartir estrategias de enseñanza que fortalezcan pensamiento crítico y creatividad.
- Construir proyectos interdisciplinarios que reflejen los problemas de la comunidad.
- Evitar la fragmentación de conocimientos en asignaturas rígidas.
Sin embargo, aquí aparece la brecha entre el discurso oficial y lo que sucede en el aula. La gran mayoría de los docentes reconocen que lo que se llama colaboración termina reduciéndose a juntas largas, formatos por llenar y reuniones que rara vez se traducen en un cambio real para los estudiantes.
El reto del tiempo: cuando la jornada se queda corta
Uno de los mayores obstáculos para que la colaboración sea efectiva es el tiempo.
- El docente promedio ya dedica horas extras a planeación, calificación, tareas administrativas y gestión con padres de familia.
- Las sesiones de consejo técnico, que podrían ser un espacio auténtico para crear proyectos conjuntos, suelen usarse para revisar documentos, informes o circulares.
La paradoja del trabajo en equipo
Para que la colaboración docente sea verdadera, no basta con reunir a los profesores en una sala. Se requiere tiempo protegido dentro de la jornada laboral para pensar, planear y coordinar. De lo contrario, el ideal de la NEM se convierte en una carga invisible que cada maestro resuelve como puede en sus ratos libres.
La formación docente: ¿capacitados para el cambio?
No se puede hablar de colaboración sin hablar de capacitación.
- ¿Están los maestros formados en el diseño interdisciplinario de proyectos?
- ¿Se les brindan ejemplos prácticos de cómo integrar campos formativos?
- ¿Existen espacios para aprender de las experiencias de otras escuelas?
La realidad de los talleres y cursos
Muchos de los cursos y talleres ofrecidos terminan siendo más informativos que formativos: se explica la teoría de la colaboración, pero no se proporcionan herramientas concretas para llevarla al aula. La consecuencia: cada docente interpreta la colaboración a su manera, generando confusión y falta de coherencia.
Entre la vocación y el desgaste: la carga emocional de colaborar
Hablar de trabajo colaborativo en educación no solo implica logística, sino también emociones, relaciones y confianza.
- Existen escuelas donde los docentes realmente logran coordinarse y apoyarse.
- Pero también hay contextos en los que la colaboración se convierte en fuente de tensiones, porque no todos comparten la misma disposición, porque las cargas laborales se reparten de manera desigual, porque no comulgan con la misma ideología o porque no todos coinciden con la misma expresión sindical.
El lado humano de los maestros
Los docentes no son piezas de un engranaje. Son personas con ritmos, estilos y visiones distintas. Obligar a colaborar sin considerar estas diferencias puede generar frustración y un sentimiento de “cumplimiento obligado” más que de auténtico compromiso.
Casos concretos: cuando la colaboración funciona (y cuando no)
Escuelas donde la colaboración florece
Existen ejemplos alentadores:
- Comunidades pequeñas donde los profesores comparten la carga de proyectos comunitarios.
- Equipos directivos que liberan tiempo real para el trabajo colegiado.
- Maestros que, por iniciativa propia, diseñan proyectos interdisciplinares que entusiasman a sus estudiantes.
Escuelas donde la colaboración se convierte en trámite
Del otro lado, están las experiencias menos optimistas:
- Reuniones que se centran más en llenar formatos que en dialogar.
- Proyectos que se planean de forma superficial, solo para cumplir con la norma.
- Docentes que terminan asumiendo el trabajo de otros porque la carga no se reparte equitativamente.
¿Colaboración o control administrativo encubierto?
Aquí surge la crítica central: ¿hasta qué punto la colaboración docente en la NEM es un auténtico trabajo en equipo y hasta qué punto se convierte en un mecanismo de control administrativo?
- Se pide evidencia de colaboración (actas, documentos, evidencias digitales).
- Pero pocas veces se mide el impacto real en el aprendizaje de los estudiantes.
En otras palabras, la colaboración se institucionaliza como un requisito más, en lugar de ser un proceso vivo que transforme la enseñanza.
El problema final: sueño compartido o carga imposible
La respuesta quizá esté en medio. La colaboración docente no es un mito ni una utopía; es una necesidad real en un mundo donde el conocimiento ya no puede dividirse en compartimentos rígidos.
Pero para que ese sueño compartido no se convierta en una carga imposible, se necesitan seis condiciones mínimas:
- Tiempo protegido dentro de la jornada escolar.
- Formación práctica en diseño de proyectos interdisciplinarios.
- Cultura de confianza entre docentes, donde se valore la diversidad de enfoques y no se imponga un único camino.
- Mecanismos transparentes para la distribución equitativa de las cargas laborales.
- Espacios de diálogo para la gestión de conflictos y diferencias ideológicas.
- Liderazgo directivo que actúe como facilitador y mediador.
Conclusión:
La Nueva Escuela Mexicana nos reta a repensar la forma en que enseñamos y aprendemos. Pero si la colaboración docente se queda solo en el papel, corre el riesgo de desgastar más al magisterio que de beneficiar a los estudiantes.
Quizá la pregunta clave no sea si la colaboración es un avance o una carga, sino cómo convertirla en una experiencia sostenible y auténtica.
Y aquí es donde la conversación debe abrirse:
- ¿Qué experiencias tienes tú como docente?
- ¿En tu escuela la colaboración es una realidad o un trámite?
- ¿Qué condiciones deberían cambiar para que la colaboración docente deje de ser una ilusión y se convierta en realidad?
¿Este tema te ayudó a ver la colaboración docente en la Nueva Escuela Mexicana desde otra perspectiva?
📌 Próximo artículo de la serie:
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Ahora que conoces más sobre la colaboración docente en la NEM; te invito a adaptar estos conceptos a tu práctica docente.
¡Un abrazo! 🚀

 
 
 
 
 
 
 
 
 
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