La gran pregunta que incomoda
¿Los campos formativos de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) son realmente el motor que impulsa un aprendizaje integral… o son otro eslogan que resuena bien en conferencias y documentos oficiales, pero se diluye en la realidad del aula?
Quien ha pasado suficiente tiempo frente a un grupo sabe que entre lo que se promete en el papel y lo que se vive en la práctica suele haber un abismo. Y este tema no es la excepción.
Durante décadas, el sistema educativo en México se organizó a partir de materias tradicionales: matemáticas, español, historia, biología, física… Cada asignatura con su propio horario, sus contenidos, sus exámenes y, casi siempre, su propio aislamiento.
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) propuso cambiar esa lógica e introducir la idea de campos formativos. En teoría, este cambio busca articular conocimientos, fomentar la interdisciplinariedad y acercar la enseñanza a la vida real de los estudiantes.
Pero la gran pregunta sigue siendo: ¿este cambio representa un avance profundo en la educación mexicana, o se trata solo de un ajuste de nombres que mantiene las mismas prácticas de siempre?
Hemos escuchado a maestros defender con entusiasmo la idea de los campos formativos, porque —en teoría— ofrecen una visión más flexible y menos fragmentada del conocimiento. También hemos escuchado a otros asegurar que es la misma propuesta bajo otra etiqueta, un cambio de nombre para lo que ya conocíamos como asignaturas o áreas temáticas.
Hoy queremos llevarlos a revisar de forma crítica qué son, para qué sirven, si realmente aportan a la mejora educativa y, sobre todo, qué podemos hacer para que no se queden en un discurso vacío.
Definición oficial (sin adornos innecesarios)
El Plan de estudios 2022 define los campos formativos como “organizaciones del conocimiento que integran saberes, habilidades, actitudes y valores para favorecer el desarrollo integral de las y los estudiantes en conexión con la vida y su contexto”.
Hasta aquí, todo suena coherente: integrar conocimientos, habilidades y valores, evitando que el aprendizaje se fragmente en asignaturas aisladas. En teoría, el enfoque es más transversal y busca que los contenidos tengan sentido para el estudiante.
Pero aquí surge el primer reto: ¿cómo se traduce eso en actividades concretas, planeaciones viables y evaluaciones claras? La definición es tan amplia que deja margen para interpretaciones muy distintas. Y cuando en educación algo es demasiado abierto, la implementación suele depender de la buena voluntad —y la creatividad— del docente.
El choque con la realidad del aula
En conversaciones con docentes de primaria y secundaria, aparece una afirmación común:
Los campos formativos en muchos casos no han cambiado la práctica cotidiana.
Los horarios siguen siendo “por materia”
Aunque los campos agrupan contenidos, en muchas escuelas se sigue trabajando con horarios rígidos: “dos horas de español, una de historia, dos de matemáticas”. El esquema de materias sigue intacto, solo que ahora se reporta bajo un campo formativo.
La falta de colaboración docente
El modelo plantea que los profesores trabajen de manera colaborativa, diseñando proyectos integrados. En la práctica, la gran mayoría de los maestros siguen preparando su clase de manera individual y presentando sus proyectos de forma aislada. La colaboración suena bien, pero requiere tiempo, planeación conjunta y apoyo institucional, cosas que pocas escuelas ofrecen.
La confusión de los padres y estudiantes
En comunidades escolares, muchos padres aún preguntan: “¿Dónde está la materia de historia?” o “¿Por qué ya no aparece ciencias naturales en la boleta?”. Para los estudiantes, la integración de contenidos no siempre es evidente, porque la manera de enseñar sigue siendo muy parecida.
Los cuatro campos formativos en la NEM
Para entender el concepto, hay que saber que la NEM agrupa los aprendizajes en cuatro grandes campos:
1. Lenguajes
- Incluye no solo la lengua materna y las lenguas extranjeras, sino también formas de comunicación como la artística, digital y corporal.
- La idea es que el estudiante pueda expresarse, interpretar y producir mensajes en diferentes contextos y medios.
2. Saberes y pensamiento científico
- Aquí caben las matemáticas, las ciencias naturales, la tecnología y el pensamiento lógico.
- El enfoque va más allá de memorizar fórmulas: busca que el alumno sea capaz de plantear preguntas, investigar y resolver problemas de manera crítica.
3. Ética, naturaleza y sociedad
- Este campo integra historia, geografía, formación cívica, ética, y conocimientos sobre medio ambiente y desarrollo sostenible.
- Pretende que los estudiantes comprendan las interacciones entre personas, comunidades y naturaleza, fomentando la responsabilidad social y ambiental.
4. De lo humano y lo comunitario
- El más novedoso y, para muchos, el más confuso. Abarca la educación socioemocional, la salud, la cultura de paz, la identidad y la participación ciudadana.
- Su intención es formar personas conscientes de sí mismas y de su papel en la comunidad.
A primera vista, la propuesta es atractiva: rompe muros entre materias y busca aprendizajes conectados. Sin embargo, la pregunta sigue siendo la misma: ¿esto realmente transformará la práctica o solo renombrará lo que ya se hacía?
El discurso pedagógico vs. la realidad del aula
Quienes trabajan en educación saben que la innovación no se logra solo con cambiar nombres o reacomodar contenidos en una tabla. La verdadera transformación requiere capacitación docente, recursos, tiempo para planear y continuidad en la política educativa.
En la práctica, la inmensa mayoría de los maestros se encuentran con obstáculos como:
- Falta de formación específica: No todos recibieron una capacitación profunda para trabajar bajo el esquema de campos formativos. En algunos casos, la información llegó por cascada y de manera fragmentada.
- Materiales desactualizados o insuficientes: Los libros de texto y recursos en línea aún no siempre se adaptan completamente a este nuevo enfoque.
- Carga administrativa: Entre formatos, evidencias y planeaciones, el tiempo para diseñar experiencias de aprendizaje realmente integradoras es mínimo.
- Resistencia al cambio: Después de tantos intentos de “reforma” educativa, hay docentes que ven esta propuesta como una tendencia pasajera y prefieren seguir trabajando como siempre.
Sin atender estas condiciones, los campos formativos corren el riesgo de convertirse en lo que muchos temen: un cambio maquillado.
Ejemplos: cuando funciona… y cuando no
Para no quedarnos solo en teoría, veamos dos escenarios posibles:
Caso A: El campo formativo como motor real de aprendizaje
Una maestra de primaria diseña un proyecto donde sus alumnos investigan la calidad del agua en su comunidad.
- En Saberes y pensamiento científico, analizan muestras y aprenden sobre el ciclo del agua.
- En Lenguajes, redactan un informe y preparan una presentación para la asamblea escolar.
- En Ética, naturaleza y sociedad, reflexionan sobre el derecho humano al agua y el impacto de la contaminación.
- En De lo humano y lo comunitario, organizan una campaña de sensibilización con vecinos.
Aquí, los campos formativos se entrelazan y el aprendizaje tiene un sentido claro y tangible.
Caso B: El campo formativo como simple etiqueta
En otra aula, el docente toma las mismas planeaciones de siempre, solo que ahora cambia el encabezado de “Ciencias” a “Saberes y pensamiento científico”. El contenido, las actividades y la forma de evaluar no cambian. El resultado: el mismo aprendizaje (o falta de él) que antes.
La diferencia entre ambos casos no es el concepto en sí, sino la intención, la preparación y el acompañamiento docente.
Las promesas que hay que tomar con cautela
El discurso oficial insiste en que los campos formativos fomentan la transversalidad, el pensamiento crítico y la conexión con la realidad del estudiante. Pero si no se abordan con estrategias sólidas, pueden quedarse en meras declaraciones.
Existen tres riesgos principales:
- Generalidad excesiva: Definiciones tan amplias que cada quien las interpreta a su manera, dificultando una evaluación común.
- Desigualdad en la implementación: Escuelas con más recursos pueden aplicarlos de manera innovadora, mientras que otras apenas logran cubrir lo básico.
- Cambio sin continuidad: Si en unos años cambia la administración y se abandona este modelo, todo el esfuerzo invertido se perderá, dejando a los docentes una vez más en la incertidumbre.
Orientaciones para que no se queden en el discurso
Más allá de criticar, la pregunta clave es: ¿qué podemos hacer para que los campos formativos tengan un impacto real?
Aquí algunas sugerencias prácticas:
- Capacitación contextualizada: No basta con cursos generales. Se necesita formación que parta de los retos reales de cada escuela y comunidad.
- Trabajo colaborativo entre docentes: Compartir planeaciones, proyectos educativos y experiencias evita que cada quien invente la rueda por separado.
- Evaluación auténtica: En lugar de exámenes aislados, integrar evaluaciones que midan la aplicación del conocimiento en proyectos o situaciones reales.
- Uso estratégico de los libros de texto: Aprovechar lo que sí funciona y complementar con recursos propios adaptados al contexto escolar.
- Acompañamiento sostenido: Supervisores y directivos deben dar seguimiento constante, no solo en las primeras semanas de implementación.
Reflexión final
Más que un cambio de nombre
Los campos formativos pueden ser una oportunidad para replantear el sentido de lo que enseñamos y cómo lo hacemos.
Pero eso solo pasará si hay una voluntad real de acompañar a los docentes, invertir en materiales y dar el tiempo necesario para planear.
De lo contrario, se convertirán en otra etiqueta atractiva que quedará en los documentos oficiales y en presentaciones de PowerPoint, mientras en el aula todo sigue igual.
Este artículo no pretende dar un veredicto final, sino abrir el debate.
- ¿En tu escuela los campos formativos han cambiado realmente la práctica docente?
- ¿Notas más colaboración, pensamiento crítico y creatividad en tus alumnos?
- ¿O sientes que todo sigue igual, solo que con un nombre distinto?
La Nueva Escuela Mexicana se juega su credibilidad en este punto. Lo que pase en los próximos años dependerá de la forma en que docentes, estudiantes y comunidades asuman el reto.
En educación, como en la vida, las palabras importan… pero los hechos pesan más. Los campos formativos no son mágicos. Son una herramienta. Y como toda herramienta, su efectividad depende de quién la use, con qué propósito y en qué condiciones.
📌 Próximo artículo de la serie:
✴️ Colaboración docente en la NEM: ¿avance real o carga imposible?
¿Este tema te ayudó a ver los Campos Formativos de la Nueva Escuela Mexicana desde otra perspectiva?
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Ahora que conoces más sobre los campos formativos de la NEM; te invito a adaptar estos conceptos a tu práctica docente.
¡Un abrazo! 🚀
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